1943 - I could do this all day (Steve and Bucky)

[Steven Grant Rogers]

June 14th 1943
New York City, New York, USA
Flag Day

Una vez más, probé suerte en mis intentos de alistarme al ejército americano para luchar en la Segunda Guerra Mundial. Mi padre había luchado en la misma, hasta entregar su vida por la causa americana, y mi madre había muerto de tuberculosis curando a otros infectados. Ambos habían dado su vida en sus trabajos y haciendo lo que debían hacer, siguiendo sus ideales y salvando a gente, o al menos intentándolo. A veces sentía que aquellos altos valores morales habían sido mi verdadera herencia tras la muerte de ambos, y de alguna manera sentía la necesidad de hacer lo mismo, salvar gente, luchar por mi país, hacer todo lo que estuviese en mi mano por mi país igual que lo hacían miles de personas a diario en aquella brutal guerra que afectaba a tantos países. Me sentía tan pequeño, tan impotente… El problema era mi salud: asma, hipertensión, palpitaciones… Me había descartado ya tantas veces que había perdido la cuenta.

Me presentaba en distintos sitios de reclutamiento bajo distintas identidades, cambiando únicamente mi lugar de nacimiento, pues el nombre era algo a lo que no quería renunciar, era otro de los legados de mis padres fallecidos, y las enfermedades tarde o temprano serían evidentes, además de no poder falsificar un informe médico. Aquel día me había hecho pasar por un Steve Rogers nacido en Paramus, New Jersey. Tampoco dio resultado, tenía preparados miles de discursos y razones por las que deberían admitirme, pero nadie parecía dispuesto a escucharme. De hecho, aquel día duró más la espera a que me llamaran que el momento del rechazo, pues a penas vio el asma ya me descartó sin leer otros miles motivos por los que rechazarme y haciendo caso omiso de mis “pero”.

Llegada ya la tarde, había quedado con Bucky en el cine, era una película de dibujos, nada del otro mundo, una simple forma de entretenernos antes de que a él le enviaran a Dios sabe dónde. Pero como de costumbre cuando quedábamos, él llegó tan tarde que me decidí a entrar a la sala de cine sólo, tras haber comprado la entrada y esperar a mi mejor amigo dentro. Antes de la película, en los habituales anuncios previos, mientras se reproducía un anuncio publicitario de otras formas  de ayudar en la guerra que no fueran directamente en el campo de batalla, y también en el mismo campo de batalla como soldado; un insolente espectador se burlaba de los sacrificios de soldados, y demás hombres, mujeres y niños que ayudaban en lo que podían, diciendo frases como “a quién le importa” o “y a mí qué”. Cuando ya llevaba varios comentarios despectivos, y después de haberle dicho ya una vez que tuviera un poco más de respeto salté:

— ¿Quieres callarte de una vez? —no puedo decir que fuera un error, pero quedó claro que las cosas no se iban a poner fácil para mí. Parecía de mi misma edad, pero era evidente que era más alto y más musculoso que yo, aunque eso no fuera difícil dada mi complexión bajita y delgada. El tío me arrastró hasta la salida en un callejón, y allí comenzamos a pegarnos, y lo digo en primer persona del plural, pero puedo decir que más bien recibí una paliza en toda regla haciéndome caer contra el suelo, la pared y los cubos de basura más de una vez. Incluso usando los tapetes de los cubos como escudo, pero no paraba de caer y levantarme, hasta el punto que el tío me preguntó si yo nunca me rendía— Aguantaría todo el día —dije antes de recibir otro puñetazo y caer al suelo.

[James Buchanan Barnes]

A veces, estar a atento a una amigo de la infancia es un trabajo 24/7. Muchas personas conocen el concepto, pero nadie lo hace tan dolorosamente claro como Steve. Siempre con esas ansias de ayudar, de hacer lo correcto y de ayudar al prójimo, a pesar de que su cuerpo pedía a gritos que lo cuidarán a él. En ocasiones, me había visto fantaseando con coger a Steve y encerrarlo en una habitación aireada, limpia e iluminada -lo contrario que lo que eran nuestras casas- y mantenerlo ahi, bajos mis cuidados y solo mis cuidados, durante el resto de mis días. Sin embargo, cuando veía la eterna determinación que brillaba en los ojos de Steve y como su ceño se fruncía ante las injusticias, con ese aire de héroe trágico que me recordaba a los héroes de los poster de reclutamiento, ese oscuro deseo desaparecía de mi corazón. ¿Como me podía interponer entre sus deseos e ilusiones? ¿Realmente podía excusar la posesividad que sentía hacia el pequeño hombre como sentimientos de preocupación fraternal? Incluso si mi corazón aceptaba que cometiese el crimen de encerrarlo para protegerlo, el mundo no me perdonaría que apagase una luz como la suya.

Cuando me quise dar cuenta, ese pequeño diablo de cabellos dorados había desaparecido de nuevo, seguramente en pos de algún tipo de misión de ayuda a alguna anciana o persiguiendo su sueño de participar en el ejercito. Gracias al cielo, su frágil cuerpo no se tendría que enfrentar al horror que era la mierda en la que se habían vuelto a meter los europeos y yo no tendría que quitarle la idea de la cabeza, convirtiéndome en el malo de la película. Antes de que me diera cuenta, mis piernas ya empezaron a moverse, buscándolo por las esquinas y los rincones de la ciudad. Hasta que lo encontré. ¿Siempre se tenía que meter en peleas con tíos más grandes que él? Cuando su cuerpo cayó sin fuerzas contra el cubo de la basura, dejando su pequeño cuerpo en una posición antinatural, mi cuerpo reaccionó siguiendo mi ira.

- Ey...-gruñi, cogiéndole al agresor del brazo, ni siquiera parándome a pensar quien era o que había pasado. Mi mano se aferro a esa masa sin músculos con fuerza, deseando poder partirle el hueso allí mismo, tirándolo en dirección a la salida del callejón.- Enfréntate a alguien de tu tamaño...-dije, inflandome en mi posición, arrogante, invitándole a intentar golpearme. Cuando hace el movimiento, burdo y con la mitad de fuerza que cualquier soldado, mi puño conecta, placenteramente, contra su mandíbula. Joder, que bien sentaba partirle la jeta a un mal nacido como ese. El golpe impacta con la suficiente fuerza como para hacerle girar y mi pie se mueve con rapidez a darle un puntillazo en el trasero, dandole el resto del impulso para que cayese y pillase la indirecta de que se largase.

Al poco, me giro y observó la pequeña figura de Steve, elevándose entre los desperdicios. Su rostro estaba amoratado, con un tono purpureo y pequeños rasguños en su labio. Con ese pequeño vistazo, la sangre me hirvió, haciéndome desear haber tenido mi arma reglamentaria y haber acabado con el imbécil que se había atrevido a tocar una existencia tan valiosa como la de Steve. Suspiré y me acerque, apagando la ira que sentía durante un momento- A veces pienso que te gusta que te partan el traseo...- Exclamó, mientras me acercó a su lado, sin ayudarle a levantarlo. Steve ya se había enfadado varias veces en las que le había ayudado a levantarse, debido al estúpido orgullo que le obligaba a levantarse solo. Me mordí el labio para ahorrarme más palabras y vi un papel tirado en el suelo, demasiado limpio para ser basura. Cuando lo recojo y miro su contenido no puedo evitar refullar, cansado y molesto- Vaya...creía que eras de Brooklyn...-Al poco, le devuelvo el papel, manteniendolo en el aire para que lo recoja.- ¿Sabes que es ilegal mentir en un documento público?

[Steven Grant Rogers]

No tenía ni idea de cómo lo conseguía, pero al final Bucky siempre conseguía encontrarme cuando me encontraba en apuros, daba igual si habíamos quedado o no, si teníamos ocupaciones distintas, si se encontraba con amigos, o con alguna de sus citas. Podía ser por la mañana o por la tarde, o bien entrada la noche. Daba igual en qué circunstancia, y no sabía por qué, pero Bucky Barnes siempre acudía en mi ayuda cuando más le necesitaba como si una alarma dentro de él le alertara de cuando me encontraba en peligro y necesitaba de su ayuda. Tal vez fuera por el tiempo que llevábamos conociéndonos,  y por ende, Bucky sabía de sobras en qué momentos me metía en problemas. O tal vez el destino y la casualidad querían que así fuera. O puede que Dios me tenga en alta estima y me proteja, no quiera que me pase nada malo porque tiene otros planes para mi existencia, tal vez los planes de Dios para mí no sean que reciba todas esas palizas sin más, tal vez Él quiera que finalmente consiga entrar en el ejército estadounidense para ayudar a mi país a ganar aquella guerra. Aunque si seguía perdiendo hasta la más mínima pelea en la que me metía, era bastante difícil que aquel fuera mi destino final, mas no me rendiría.

Una vez más, Bucky, el atractivo, el fuerte, el alto, el buen peleador, y sobre todo, lo que más envidia me daba, aquel a quien sí habían cogido para el ejército americano, salvo el día, mi día. Con una facilidad y prepotencia que más quisiera tener yo, Bucky se dirigió a mi agresor, lo alejó de mi llevándolo a la salida del callejón, en un intento del desconocido por defenderse dio un golpe fallido que Bucky no falló en responder, girándolo de cuerpo completo dándole una posición perfecta para que una patada propinada por Bucky le hiciese entender que debía marcharse de allí al agresor. Ni en mis mejores sueños, ni que yo mismo montara la coreografía de las peleas en las que metía habría conseguido despachar a un rival así. Me daba tanta envidia que no pude ni agradecerle a mi mejor amigo que me hubiera echado una mano con aquel tipo.

Parte del motivo por el que no le agradecí su intervención se debió también a que no me dio la oportunidad, en lugar de decirme algo amable, como era costumbre en nosotros, solo se planteó la opción de que en realidad me gustase que me pegase, a pesar de que mi amigo sabía perfectamente que el único motivo de que siempre acabase en peleas como aquella era que era incapaz de ver cómo pasan injusticias o la gente se comporta de forma amoral delante de mí, incluso cuando la persona a la que intentaba dar lecciones de moral me sacaba varias cabezas. Y para colmo, Bucky vio en el suelo un papel que fue a recoger, que yo reconocí mucho antes de que su mano llegara a recogerlo, era el papel con el que me había inscrito para que me aceptaran en el ejército, escuché sus palabras y casi me sonrojo, consciente de que aquello era un delito.

Antes de que pudiera responderle algo con sentido, ya de pie frente a mi amigo,  me di cuenta de que Bucky no iba vestido con su ropa habitual, no, iba vestido con la ropa del ejército americano, si no me equivocaba un traje de sargento, y al vérselo puesto, además de un sentimiento de envidia, me invadió un sentimiento de tristeza de pensar que probablemente en unas horas se marcharía y me dejaría a mi solo en Brooklyn, intentando una y otra vez entrar como él, pensando que en alguna parte del mundo, mi mejor amigo estaría dando su vida por proteger la mía y la de millones de personas más. No pude responder a ninguna de sus otras preguntas— ¿Ya tienes destino? —le pregunté con un tono que delataba todos y cada uno de mis sentimientos— ¿Cuándo te vas? —pregunté por saber cuánto tiempo me quedaba con mi amigo. Aquello en parte era injusto, Bucky no era mala persona, pero a veces no entendía mi sentimiento de patriotismo y de necesidad por hacer algo por defender mi país, y sin embargo, era a él a quien enviaban a la lucha y no a mí, y todo por tecnicismos de complexión y salud, ¿por qué no podían tener más en cuenta mi predisposición?

[James Buchanan Barnes]

Suspiré internamente, viendo como mi viejo amigo de la infancia tenía un debate interno. Desde que me aceptaron en el ejército, había visto como el pequeño Steve era carcomido con sus emociones al ser rechazado una y otra vez por el mismo organismo que me había aceptado.- Si...el sargento James Buchaman Barnes embarcara a primera hora en dirección a Inglaterra...-susurro, mientras me quito un guante y me lamo los dedos, limpiándole el rostro al pequeño, como lo hacían anteriormente su madre. Sabía que le molestaba, pero me encantaba verlo, molesto y con mal humor.- Así que ponte guapo, no quiero que la ultima vez que te vea...-me cortó un poco ante esa elección de palabras y añado rápido- antes de irme estés recubierto de basura...

Tras eso, me separó y le coloco mi brazo encima de sus hombros, apretándolo contra mi cuerpo, haciendo que su cabeza, llena de cabellos dorados como el sol, se pegase a mi pecho.- Aunque...antes de irme, tendré que desahogarme...y para eso tengo la cosa ideal...-susurro, contra las hebras de su cabello. En esa posición, pequeñas escenas de lo que le podía hacer al pequeño en mis brazos en ese callejón abandonado me vinieron a la mente. Como podría pegarlo contra la pared, lamer y marcar su cuello con mis labios, estrujar sus nalgas y su paquete. Llevarlo al culmen del placer, con una embestida tras otra, conduciéndolo al éxtasis y haciendo que gimiese y gritase mi nombre. Cuando me doy cuenta, tenía aun presionado la cabeza del joven contra mi, en un periodo de tiempo excesivo para cualquier amistad masculina, y con una tensión en mi paquete, que de seguir aumentando, tendría que gastar gran parte de mi tiempo, previo a la marcha, aliviandome.

-¡Una cita al futuro! -digo, finalmente, soltándolo y controlando mi respiración y mi sonrojo. Me adelanto, dándole en el pecho con un periódico, mostrando la exposición de objetos futurísticos. Mientras el chico esta distraído por el periódico, aprovecho para recolocarme el paquete, moviendo mi pantalón por el cinturón, evitando que se notase mi inició de una erección.- Y tenemos varias chicas que seguro que están dispuestas a salir con nosotros...-susurró, guiñándole un ojo, con un poco de diversión en la mirada. Sin embargo, me paro en seco, mirando la ropa un poco desaliñada por el conflicto y el choque con la basura- Aunque...antes pararemos a por algo de ropa...- "Y a tomar una ducha bien fría..." pensé en mis adentros, cuando una imagen del joven chico, desnudo y al alcance de mi mano y polla se me coló en la mente.

[Steven Grant Rogers]

Escuché su destinación y su título de oficial anhelando que algún día yo pudiera decirle como mínimo algo parecido a mi amigo, aunque fuera por correspondencia. Sin embargo, y aunque no perdía la esperanza de que al final recapacitaran y acabaran por cogerme, cada vez veía más lejana aquella posibilidad, para mi profunda desgracia. Solté un soplido cuando Bucky se lamió un dedo para limpiarme el rostro que seguramente estaría sucio por la caída que había propiciado aquel bruto del cine. Escuché sus palabras y desvié la mirada al escuchar aquello de la última vez que nos viéramos. Sabía que era una posibilidad más que certera y que las posibilidades de que sobreviviera a la guerra eran pocas, de la misma manera que sabía que si me aceptaban a mí quizás no duraría mucho pero escucharlo de su boca se hacía más triste aunque no lo comentara.

Me dejé abrazar por los hombros y comencé a caminar saliendo del callejón acompañado de mi buen amigo, confiando en que él me guiara puesto que mi cabeza estaba no me era posible dirigir los pasos bien. Escuché sus palabras y tuve que preguntar sin entender a qué se refería con desahogarse— ¿Desahogarte con qué? —pregunté inocente sin saber a qué se refería el mayor pero por un momento a mi mente vino a Bucky desahogarse sexualmente contra un chico más bajo y delgado que él que curiosamente se parecía mucho a mí, y debía admitir que esos breves segundos me excitaron antes de sentirme asqueado por esos pensamientos. Yo era heterosexual como todo hijo de Dios que se precie, pero por algún motivo no era la primera vez que mi mente fantaseaba con pollas grandes, agujeros calientes y tipos con bocas expertas sobre mi miembro antes de convertirme yo mismo en un experto en comer miembros viriles. Cuando recobraba la cordura, aquellas imágenes se me hacían detestables, excepto en momento como aquel que, desde mi posición, mirando hacia abajo podía contemplar un gran paquete en la entrepierna de Bucky.

Me distraje cuando contestó a mi pregunta enseñándome un periódico donde se hablaba de una tal Expo Stark donde se hablarían de distintos proyectos tecnológicos de futuro, algunos existentes ya y otros en desarrollo, no me di cuenta de cómo recolocaba el paquete ni nada, leía todo aquello y luego escuché sus palabras sobre las chicas y negué con la cabeza devolviéndole el periódico— No, las tendrás tú, pero a mí las chicas no se me acercan nunca —dije algo lastimoso recordando todos mis fracasos al intentar acercarme a una pero no perdiendo como siempre la esperanza, siempre intentándolo una y otra vez. Luego escuché lo de ir a buscar ropa y negué con la cabeza— No esperarás que vayamos de compras, ¿no? Sabes que lo detesto y… además no tengo dinero —añadí un poco avergonzado de reconocer aquello en voz alta.

[James Buchanan Barnes]

- Claro que no, ni tu ni yo tenemos dinero para irnos de compras...-respondo, dedicándole una divertida mirada, colocando mi mano sobre sus cabellos, desordenándolos aun más con rápidos movimientos de muñeca, sacándole un quejido de molestia.- Haremos lo mismo que hemos hecho siempre, te prestare mi ropa y veremos que tal te queda...y después te lo rellenaremos con un par de almohadas y un par de calcetines...-bromeo,dándole un leve golpe en la espalda, riendo con fuerza y guiñándole un ojo, pícaro.

Lentamente, nos abrimos camino entre los mares de gente; marines a punto de marcharse, como yo, con sus novias y mujeres o en grupos de amigos, que probablemente asaltarían uno tras otro de los bares de Nueva Jersey, hasta que andasen mareados tanto en el barco como en la tierra. El sol había empezado a descender, anunciando pronto la noche, y las luces de los edificios empezaban a encenderse, alumbrando en las últimas horas de la tarde. Tardamos entre 15 y 20 minutos en llegar a nuestra casa, un pequeño piso, alojado en medio de un edificio con cientos de receptáculos igual de pequeños, con cara a un patio interno, en el que colgaban coladas como si fueran banderas. El interior estaba completamente lleno de madera y pequeños tablones que cubrían agujeros o goteras, junto con varias tuberías de gas y agua, que conectaban con la pequeña cocina y la calefacción, para después perderse de nuevo entre las paredes. Nada más entrar, me deshice de mi chaqueta, quedándome en una camisa blanca y unos pantalones, los cuales me tenia que cambiar para la cita de hoy.

-Bueno...veamos lo que tenemos...-digo, mientras abro uno de los baúles, a los pies de una de las dos camas individuales, que estaban clavadas dentro de una de las habitaciones, casi tan cerca como para ser una sola. Saque varias camisas y varios pantalones, mientras miraba al pequeño Steve entrar.- Ve probándotelo y ya veremos con cual quitas el aliento...-Añado, mientras me voy quitando la camisa, desabrochándola, mientras miro a Steve. Cuando termino, estoy en unos bóxer largos y finos, de los que venden al peso, cuasi transparente, con el pecho al aire, mostrando los músculos que habían salido con el ejercicio militar.

[Steven Grant Rogers]

Me alegré de que no propusiera ir de compras porque realmente no teníamos dinero para ello, y que en su lugar fuéramos a su casa a que me dejase ropa suya que le quedase pequeña, de cuando él era pequeño, pues la diferencia de cuerpo entre los dos era bastante evidente, incluso cuando estábamos vestidos. Me quejé por su mano despeinándome el pelo, apartándosela mientras avanzábamos. Sonreí a su broma sobre el relleno, un poco sonrojado por los guiños pícaros que mi mejor amigo iba lanzando una y otra vez, sin saber yo cómo reaccionar.

Fuimos caminando entre el gentío que siempre abarrotaba las calles de Brooklyn, Nueva York, y no supe si era yo o todo eran soldados y demás miembros de los distintos cuerpos de la Armada Estadounidense en parejas, amigos y familiares a punto de marcharse, como si el mundo entero se hubiese puesto de acuerdo para recordarme que yo me quedaba allí sólo, ya ni siquiera contaría con la presencia de mi mejor amigo, que marcharía al día siguiente, por la mañana. Cuando llegamos al piso de Bucky la tarde ya había avanzado lo suficiente como para que las luces de las farolas que iluminaban la calle se encendieran. Entramos en su casa, la cual conocía lo suficientemente bien como para sorprenderme por nada de lo que hubiese en su interior. Llevábamos demasiados años siendo amigos y muchos yendo a visitar a mi mejor amigo a su casa como para actuar como si no me sintiese cómodo en el lugar, con toda la confianza del mundo. Imité a Bucky y lo primero que hice fue deshacerme de la chaqueta, dejándola al lado de la suya y le seguí hasta su habitación.

Le vi sacar de uno de los baúles varias camisas y varios pantalones y asentí a su orden, imitando a Bucky que comenzó a desvestirse hasta quedar en unos bóxer casi exactamente igual que en los que me quedé yo. Lo que cambiaba era el cuerpo que cubrían, mientras que yo era delgado y bajo, él era alto y musculoso, y mucho más guapo que yo, mi miembro empezó a reaccionar e intenté desviar su atención cogiendo unos pantalones cualesquiera, holgados y de color gris, y una camisa, la primera que encontré, de un color marrón bastante vivo, luego volví a mirar a Bucky para preguntarle— ¿Qué tal?

[James Buchanan Barnes]

El cuerpo del pequeño Steve no era lo que la mayoría consideraría atractivo, pero para mi...Llevaba con Steve desde hace años, cuidándolo y manteniéndome con él, día tras día. Había visto como, dentro de ese pequeño cuerpo, ardía una llama. Una llama de perseverancia, de valores que muchos olvidan y de pura honestidad. Steve era lo poco bueno que había crecido en un barrio donde las prostitutas y los pobres eran la mayoría, donde todos se esforzaban para tener un mero pan duro que llevar a la boca. Y, dios, el pensamiento de que mis manos podían rozar su piel, la carne que contenía tan preciada alma, me volvía loco. Que podía arrancarle gemidos a esa boca que solo se abría para hablar por los indefensos. Que podía hacer estremecer un cuerpo, que aunque era rechazado por el ejercito una y otra vez, siempre se alzaba para proteger a otros. Que esos ojos llenos de inocencia se llenasen de pura lujuria...mirándome solamente a mi.

Pronto, note como mi polla se estaba inflando con fuerza, rozando contra la fina tela, dejando ver con claridad la forma y anchura de mi enorme protuberancia. De repente, Steve se gira, mostrándome dos prendas, que aunque eran del mismo color no le veía conjuntado, y yo no tengo donde escapar. Mi paquete, hinchado y contra la tela, revelando la forma de mi masculinidad, estaba a la vista del menor. Me muerdo el labio, durante unos segundos, pero, en unos instantes, decido no hacer ningún comentario de como mis masculinidad se había hinchado.- No te pega... -replico, moviéndome, causando que mi paquete se balancease contra la tela, y despejando el cuerpo del menor, dejando las prendas encima de mi cama. Observe discretamente, como Steve observaba mi erecto miembro, lo cual, desgraciadamente, no hacia más que empeorarlo y traer malas ideas a mi cerebro. Quería quitarme los boxers, enseñarle bien mi polla y que jugase con ella...Que el rostro del menor se atragantase con mi falo y descendiese hasta mis pelotas, para darle toda la leche que deseaba darle desde hace tiempo. "Mierda..." pensé al notar mi masculinidad cada vez más y más dura, ante la atenta mirada del menor, pero seguí con mi estrategia de hacerme el tonto- ¿Pasa algo? -pregunto, cayendo ahora en la cuenta que Steve empezaba a encontrarse en la misma situación que yo. Acaso....¿había posibilidad de volver mis fantasías realidad?

[Steven Grant Rogers]

Cuando me giré a preguntar por qué le parecía a Bucky las prendas que llevaba puestas, me sorprendió desviar mi mirada a lo que claramente era una erección masculina, y una grande sin duda. No entendía por qué Bucky la tenía tan dura si en la habitación estábamos solo nosotros dos, ¿a caso él era homosexual? ¿o sólo le pasaba como a mí que de vez en cuando tenía aquellos pensamientos impuros con tendencias sexuales al mismo sexo? No lo sabía y no estaba seguro de querer averiguarlo. Lo único que sí que sabía seguro era que la tela del bóxer era muy fina y transparente como para no poder asegurar que lo que ocultaban era un miembro viril, duro, largo y muy grueso. Instintivamente, no sé ni cómo, mi lengua pasó a humedecer mis labios, pensando en qué cosas haría Bucky con sus miles de ligues, pensar en él masturbándose sólo en las noches de soledad era también suficiente para que poco a poco mi miembro también fuese despertando— Nada —dije desviando mi mirada.

Ante la negativa de lo que llevaba puesto, pues según mi amigo “no me pegaba”, cogí las dos siguientes prendas, un pantalón azul oscuro, no demasiado pero tampoco era celeste, y una camisa blanca. Todo aquello era ropa muy de gala, porque Bucky ya tenía experiencia en tener que vestirse con buena ropa, ya fuera para citas que acababa haciendo el amor a una señorita, o a varias, o para reuniones de trabajos algo más importantes que el mío, importantes por el prestigio de la empresa, no por el sueldo que él cobraba. Así pues, trataba toda aquella ropa con suma delicadeza, incluso cuando me peleé por hacer entrar mi erección dentro de los pantalones azules. No me molestaba en ponerme el calzado en ninguna ocasión, puesto que no sabía si Bucky iba a darle el visto bueno. Aquella ropa no me quedaba tan holgada como las prendas que acababa de retirarme, sin duda debían de ser de cuando era más pequeño o cuando no estaba tan musculado como ahora.

Acabé de vestirme con la camisa blanca sobre mi delgado cuerpo y volví a prestar mi atención al propietario de aquellas prendas, extendiendo a ambos lados de mi cuerpo mis brazos, con una expresión de duda en mi rostro, sin darme cuenta de lo mucho que se marcaba mi duro paquete en aquellos pantalones azules, pidiéndole opinión sobre cómo me quedaban aquellas prendas, puesto que sabía que no acabaríamos hasta que él decidiese que me quedaban bien, y sabía por experiencia que Bucky era estricto en cuanto ese tipo de cosas, no iba a dejar que fuera a su celebración de despedida antes de que marchara a la guerra, con las primeras prendas que encontrara, incluso si eran de su propio baúl— Y este, ¿qué tal? —le pregunté con una sonrisa.

[James Buchanan Barnes]

Observaba, como el tigre que miraba a su presa, como mi joven y pequeño amigo se vestía. Como la tela que antes me había cubierto a mi se deslizaba sobre su cuerpo, en una pornografica muestra posesiva. Mis ojos se fijaron, incansables a como sus pequeñas y delgadas piernas eran cubiertas, hasta que llego a su paquete. Contuve la expresión de deseo en mi cara, enmascarandola con una sonrisa divertida, al ver como su paquete, erguido y gordo le costaba entrar dentro del pantalon. Como sus dedos se agarraban sobre ese gordo cipote, cubierto por una finísima tela de algodón blanca, intentando internarlo a presión bajo el pantalón. Finalmente, el chico se exhibía ante mi, como un chocolate para ser desenvuelto y no pude evitar tragar el torrente de saliva que se había acumulado en mi boca.

-Estas bien...-respondo, divertido, mirándole a los ojos- El azul es tu color...-añado, para después acercarme. En ese misero paso, los ojos del joven se quedaron fijos en mi paquete, el cual se bamboleaba ligeramente al pasar, marcándose incluso mas- Pero...-susurro a su oído, inclinándome sobre él, con mi rostro a pocos centímetros del suyo. Al poco, mi mano se entierra en su entrepierna, siguiendo con mi palo el enorme falo, moviéndolo bajo las ropas, presionándolo con mi pulgar y dedos- Para evitar que se te note una erección...mejor ponla de lado...-Aconsejo, alejándome del otro, pero llevando mi mano a mi propio paquete, recolocándolo.

-Por que si no...se quedara asi...-digo, mostrándole con una sonrisa una tienda de campaña enorme en mis pantalones. La tela casi parecía estallar y se podia ver con facilidad la silueta de mi miembro. Como mi falo ascendía, duro y enhiesto, para después descansar sobre dos enormes pelotas. En la cúspide, mi glande, aun cubierto, marcando con un rosáceo tono la superficie de la tela con lo poco que se mostraba del mismo.- Y eso a las chicas no les gusta...-digo, guiñandole a un ojo y moviendo un poco mi polla, haciéndola latir bajo la tela. Tras eso, sonrio travieso- Ahora...demuestrame como se pone...

[Steven Grant Rogers]

Sonreí cuando dijo que me quedaba bien y que el azul era mi color, realmente estaba contento de haber encontrado una combinación que le gustara a mi amigo porque no quería pasar mucho tiempo más eligiendo las prendas perfectas, no era algo que me gustara demasiado, y menos con aquella aparatosa erección marcándose por todas partes. Y ya no solo la mía, que pedía a gritos ser atendida para descargar la carga que llevaba meses sin masturbarme, solo lo hacía como último recurso. Mi educación estrictamente religiosa había inculcado en mí la idea de que estaba mal masturbarse, así que solo lo hacía cuando una situación me excitaba demasiado y realmente necesitaba de mi mano, puesto que no se me daban bien las chicas. Pero no solo era mi miembro el que estaba erecto y duro, de veintidós centímetros de largo por cuatro de ancho, no, el de Bucky estaba igual.

Mis ojos no pudieron evitar mirar como su enorme falo se movía bajo la tela marcándose con cada paso, tuve que tragar saliva viendo aquella imagen, y calmando mi cerebro que pasó en cero coma de pensar en Bucky atendiendo mi erección y mis huevos hinchados de tanta carga, a mi propia persona atendiendo su erección, incluso me imaginé con la boca llena de su esperma, desbordándose. ¿Qué me estaba pasando? ¿por qué tenía aquellas imaginaciones homosexuales si yo era heterosexual, de siempre? No ayudó a pensar en otra cosa sentir su mano en mi paquete agarrándolo de forma tan descarada, ¿a-acaso se estaba Bucky insinuando? No podía ser, ¿Bucky homosexual? Con la de mujeres con las que se había acostado…

Asentí a su consejo y nuevamente fui invitado a fijarme en la erección que lucía mi mejor amigo, que era enorme y parecía estar a punto de reventar la tela del bóxer, transparentando la forma del grueso y largo falo que se erguía entre sus piernas. Nuevamente tuve que tragar saliva pero salí de mi ensimismamiento cuando Bucky dijo que eso a las chicas no les gustaba nada. Dio con el quid de la cuestión, no tenía ni idea de cómo eran las mujeres, que les gustaba y que no, qué hacían y que no hacían. Haciendo caso de su consejo y su “orden”, me coloqué el paquete de lado— Así —y enseguida añadí— ¿Qué más da? Si de todas formas no tengo ni idea de mujeres, ni lo que les gusta, ni lo que suelen hacer en la cama, diantres, ni siquiera sabría yo qué hacer con una en la cama…

[James Buchanan Barnes]

Reí ante la actuación del otro chico sobre su propio paquete- No me referia a eso...-replico, con una sonrisa divertida, pero con los ojos húmedos, frutos de la lujuria y excitación crecientes.- Me referia...a que me lo mostrases...-digo, llevando sus manos a mi paquete. Pronto, acaricio sus manos, colocandolas entre las mías y mi palpitante bulto, el cual movia en contra de las manos- ¿Ves? Asi...-digo, haciendo que coloque mis manos, soltando un par de suspiros, mientras le hago apretarla y colocarla en el lateral de mi boxer.

- Intentalo de nuevo...-replico, acariciándole la cabeza, tirando del elástico del pantalon para volver a soltar mi rabo dentro de la tela, haciendo que se bamboleara bajo su superficie, los ojos de Steve y sus manos. En ese gesto aproveche para elevar la cadera, golpeando mi duro rabo contra sus dedos, haciendo énfasis en el hecho de que volvía a estar suelto. Tras eso, coloco las manos en mis cadera y lo miro con una sonrisa sardónica y divertida- Puedo enseñarte...-susurro, lamiéndome los labios, sin desaprovechar la oportunidad- Si es lo que quieres...-susurro, notanod mi voz ronca y profunda, afectada por la excitación que mi desbordada imaginación producia.

[Steven Grant Rogers]

Por un momento cuando me acusó de hacer algo a lo que no se refería, no entendí que esperaba mi amigo que hubiese hecho. Tragué saliva al ver su mirada que parecía indicar toda una lujuria que jamás había visto en ningún rostro antes. Seguí dejándome hacer por Bucky, dejando que me agarrara las manos y acabara por ponerlas entre su duro y palpitante paquete y sus manos, obligándome a tocarlo, o quizás eran mis propios dedos los que se movían queriendo sentir aquel trozo de carne bajo mi mano. Bucky me hizo hacer que moviera su polla hasta el lateral del bóxer, dejándola como él me había dicho que sería más apropiado si quería cortejar a una mujer, que, al parecer, no les gustaban las acciones poco sutiles.

Me pidió que lo volviera a hacer, tirando del elástico de su ropa interior para soltar su polla de la presión de la tela, volviendo a ser necesario ponerla a un lado y volví a tragar un gran torrente de saliva por lo que esperaba, sintiendo aquel rabo suelto bajo la tela moviéndose contra mis dedos, viendo lo grande que era incluso a través de la tela que lo cubría. Sin esperar que lo hiciera, sus manos soltaron las mías, y en vez de soltar de inmediato su cipote, mis manos lo agarraron mejor y de forma involuntaria bajaron la piel del nabo en una sutil paja, sintiendo la piel deslizarse bajo mis dedos y bajo la ropa. Una sensación de lo más rara. Le puse la polla en la forma que me había enseñado y asentí a sus palabras, soltando de inmediato su rabo.

- ¿De veras me enseñarías? -realmente quería aprender tod0 lo posible para evitar hacer el ridículo si llegaba a conquistar a una mujer. Tantas ganas tenía de aprenderlo todo sobre el sexo con las mujeres que me pasó desapercibido del todo el tono ronco de excitación con el que se ofreció- Claro que quiero -aseguré por si quedaban dudas, aún completamente duro.

[James Buchanan Barnes]

Dios, Steve era adorable, pero lo que me hacían esas manos...No era suficiente con el que el joven católico acariciase mi miembro con esa expresión de inocencia y vergüenza combinada, si no que tenía que ser jodidamente bueno. Cuando la presión incómoda de ese agarre inexperimentado se sustituyo por esa lenta caricia, que hacia temblar mi polla con un cosquilleo débil y que despertaba cosas ocultas en mi cuerpo, casi no pude contener las ganas de cerrar los ojos, agarrar sus manos y embestir. Autosatisfacerme con esos dedos, aunque fuese por encima de la tela, hasta que no pudiese más, con el pecho ardiendo por el exfuerzo y con las esperanzas de que mis sentimientos, mis obsesiones y lujurias se transmitieran al menor. Pero en su lugar, cerré los ojos y me mordí el labio durante unos pocos segundos, apretando mis puños levemente para contener esa ola de deseo hacia el menor.

Steve aun era inocente y un novato en esto, además de estar aun negando su deseo por estas actividades con miembros ajenos al miembro contrario, por decirlo asi. Tenía que ir lento, tenia que ir suave...pero, aun asi, tenía que transmitirle mis deseos de manera que no solo los comprendiera, si no que se volviese adicto. Tenía que saber...que cuando volviese a casa tendría a Steve solo para mi...que durante mi ausencia su cuerpo hubiese ardido y retorcido sobre si mismo hasta el punto de que solo tuviese que decir mi nombre.

-Por supuesto...-replico, entre un tono alegre y un jadeo ahogado. Joder...Notaba como mi cuerpo empezaba a sudar y mis pelotas a doler por la actividad retrasada. Pero aun no...-Permiteme decirte...que antes de toda actividad sexual...vienen los preliminares...Por ejemplo...-Me permiti un poco de brusquedad, arrastrando el cuerpo del menor hacia mi, pegandolo a mi pecho y elevando su rostro- El beso...-susurro, mirandole directamente a los ojos, con nuestros miembros duros contra la piel ajena.- Tienes que ser activo...pero no lanzado...-susurro, acercando nuestros rostros, llevando mi mano a la nuca del otro en una caricia suave, jugueteando como siempre habia hecho con sus cabellos. Lentamente nuestros rostros se acercaron hasta que nuestros labios entraron en contacto.

Sabia que no podía devorar por completo a Steve en el inicio. Por eso, el beso empezó suave con pequeños toques. Nuestra piel entraba en contacto y se alejaba en pequeñas frecuencias para después empezar a moverse la una contra la otra. Pronto, abría sus labios con los mios, humedeciendo el contacto, con suavidad y lentitud, aun casto en los roces. Sin embargo, no duro mucho, pues pronto abrí la boca del menor con mi propia lengua, invasivo, pero gentil. Empecé a saborear el interior de su boca, acariciando dientes, mejillas y su propia lengua, instándola a entrar y permitiéndoselo en el momento que lo deseaba. Pasaron los segundos y dejo de ser una batalla interior. Mi lengua salia de su boca y la suya de la mia, en un enfrentamiento constante, en el que nuestros labios se encontraban humedecidos. Sin embargo, con una sonrisa torcida, paré para indicarle la siguiente lección, en contra de mis básicos instintos- Pero no solamente debes de besar...debes de hacer más cosas...

Nada más acabar la frase, mis manos se pararon en su espalda, acariciandola, llegando el punto de seguir la curvatura de su espalda en una lenta caricia con mi pulgar. A su vez, continuaba el beso, devorándolo, en paralelo a mis manos, que se iban volviendo más y más atrevidas. Pronto, agarre sus nalgas, estrujándolas suavemente, masajeandolas como habia querido hacerlo en mis sueños, pero pronto aleje una de mis manos profundice la otra, llevandola entre sus piernas, obligándole a abrirlas.- Y debes sorprender...-jadee, entre saliva y gemidos, mientras usaba esa mano para elevarlo contra mi cuerpo, aprovechando para apretar su perineo con un dedo, mientras la otra acariciaba su cabellera y el cuello, presionándola contra mis labios.

Los segundos pasaron deliciosamente despacio, con la habitación caliente sin necesidad de estufa y resonando con el obsceno gruñido de nuestras bocas y cuerpos colisionando. Era un sueño juguetear con mi Steve asi...hacerle sentir cosas que solamente habia podido soñar...Me sentia lleno, feliz y jodidamente cachondo, para ser sincero.

-Finalmente...debes sorprender...-susurro, dejando caer con suavidad al otro en la cama, colocando mi cuerpo sobre el suyo para continuar el juego. Sin dejar de besar sus labios, mi boca se deslizó por su piel, dejando un rastro de babas, hasta llegar a su cuello, donde empece a lamer lentamente su piel, mirando con placer los resultados- Y atacar al objetivo donde más le gusta...-añado, apretando de nuevo su perineo, pero llevando la otra mano sobre la tela de su rabo, rozándolo sobre el mismo- ¿Lo pillas?

[Steven Grant Rogers]

Me alegró saber que efectivamente sí que iba a enseñarme a complacer a una dama, aunque, dentro de mi inocencia, sabía lo que estábamos haciendo, y sabía que la forma en la que mi buen amigo Bucky me iba a enseñar no iba a ser con teoría, lo sabía por lo duros que se encontraban nuestros miembros, y porque Bucky no paraba de buscar más y más contacto. Le acababa de brindar la excusa perfecta para que se aprovechase de mi cuerpo. No me importaba, debía reconocerme a mí mismo que estaba excitado porque me atraía la idea de experimentar con Bucky, me la ponía tiesa como un mástil, y poder hacerlo con alguien experimentado iba a ser la mejor manera de perder mi inocencia. Además, para colmo, iba a enseñarme, camuflado de perversiones, como complacer a una mujer en la cama, algo que siempre me había preocupado descubrir ser un negado para ello.

Asiento a lo de que antes de toda actividad sexual hay preliminares. Eso lo sabía, los besos, las caricias, a veces masturbación, incluso mamadas. Dejé que me acercara hasta pegar nuestros cuerpos, y dicho sea nuestras rocosas erecciones, haciendo que mis latidos de corazón se acelerasen como a mil por hora tras esa acción, y dejando que elevara mi rostro, preparado para lo que venía después de eso, tal y como poco después anunció: el beso. Escuché sus explicaciones sobre cómo debía besar mientras mentalmente me preparaba para lo que venía, dejando que él llevara la acción, mientras trataba de tener la mente activa para tomar nota de todo.

Cuando nuestros labios se unieron en lo que estaba siendo mi primer beso, sentí que aquello no estaba tan mal, de hecho no estaba nada mal. Dios mío, me estaba gustando mucho. Sobre todo por aquellas caricias en mi cabello y por la suavidad con la que lo hacía. Sentía la calidad de sus labios y la de su cuerpo pegado al mío. Mi cuerpo quería moverse para sentir más contacto también en mi miembro erecto, pero no me atrevía a mostrarme de aquella forma tan desesperada. Sabía cómo debía besar por lo que había visto en las películas así que comencé a mover mis labios intentando atrapar los suyos, moviendo de vez en cuando mi cabeza para inclinarla hacia el otro lado y devolver el beso desde otra perspectiva. Aunque quedó claro que era mi primer beso porque estaba siendo un poco torpe en ello.

El beso llegó a un nuevo nivel cuando la lengua de Bucky entró en mi boca explorándolo todo a su paso. Eso sí que no lo enseñaban en ninguna película, así que me quedé con el recorrido que hizo la lengua, para después de dejarme hacer, imitarle y meter mi lengua en su boca, rozar sus encías, sus dientes, su lengua, intentar enrollar mi lengua con la suya, dejándome llevar por todas las cosas que quería hacer con mi lengua dentro de su boca, y fuera de su boca, tomando aire cada vez que durante la batalla de lenguas la posición de mi boca y de mi nariz permitían coger y soltar aire sin ningún tipo de problema. Con la respiración cada vez tan exaltada como los latidos de mi corazón, me costó mucho hacer caso de Bucky, que se estaba comportando como un auténtico maestro, y parar de besarle para continuar con la siguiente lección. Durante una breve fracción de segundo, antes de que Bucky hablara, pensé que, o mucho me equivocaba o no lo había hecho tan mal para ser la primera vez. Eso y que mi polla palpitaba ahora aún más que antes.

Asentí a lo de que había que hacer más cosas y dejé que acariciase mi espalda, a la vez que yo acariciaba la suya, estábamos tan pegados que mi polla casi no cabía si no era de lado en el poco espacio que había entre nosotros. Solté un gemido cuando sus manos agarraron mis nalgas de aquella manera, masajeándolas y estrujándolas, suavemente, pero con energía. Dejé que me abriera las piernas sin saber bien por qué hacía aquello. Asentí a lo de sorprender jadeando y gimiendo, agudo. Nuevamente, dejándome hacer por Bucky, dejé que me subiera, rodeé su cintura con mis piernas y gemí en susurros a su oído cuando su dedo apretó mi perineo de aquella manera, sintiendo sus caricias con la otra mano, sintiéndome cada vez más cachondo por las atenciones de mi mejor amigo.

Ya había dicho lo de sorprender, pero entendí que la excitación podía haberle hecho olvidar que eso ya lo había dicho. De repente me vi tumbado bocarriba en la cama de mi amigo, con su cuerpo encima del mío. Continué sus besos con ganas de sentir más. Había visto en las películas que a veces las parejas mientras se besaban en la cama movían las caderas buscando fricción, y eso era lo que necesitaba, sabía que solo era el aprendiz y no debía hacer nada que no se me hubiera dicho, pero moví mis caderas para frotar mi polla contra la suya. Soltando jadeos y gemidos en medio del beso, ahogándolos en la boca de mi mejor amigo. Hasta que separó los besos y acabó comiéndome el cuello a lo que seguí gimiendo y jadeando agudo. Cuando volvió a atacar el perineo y a agarrar mi polla por encima de la tela abrí los ojos y gemí aún más alto, asintiendo desesperado con la cabeza- Sí… sí… síii..

[James Buchanan Barnes]

Sonrio, con las venar ardiendo, al tener al menor contra el colchón de mi cama, reaccionando de esa manera ante mis caricias- Ahora...cuando los tienes contra las cuerdas...te recomiendo que seas arrogante...-digo, entre jadeos, apretando levemente su rabo por encima de la tela, haciendo que palpitase cada vez más, torturando su perineo, pelotas y glande sin revelarlo- De este modo...Steve...

En ese momento, estrujo su polla suavemente, retorciendola sobre la tela de manera continua, buscando hacer qe el otro se retorciese de puro placer entre mis dedos, caliente y necesitado- Mirate...tan caliente y cachondo para mi, Stevie...-digo, con un apodo cariñoso, llevando mi rostro a su oreja, lamiendo el lóbulo- Sabia que querias esto...dime...¿te gusta? -pregunto, dejandome llevar ahora por la lujuria, mostrando el lado más oscuro a mi mejor amigo sin ningún tipo de coincidencias.- ¿Te gusta que te agarre bien la polla? ¿Que te la maltrate de esta manera? Seguro que te has pajeado pensando en esto...-gruño, moviendo ahora la mano sobre la superficie de su rabo, mirando como se retuerce- Sube las caderas para mi...vamos, peque...demuestrale a tu Bucky cuanto quieres que te toque...-susurro, mientras me alejo un poco, viendo como sube las caderas ante mi toque- Que buen chico eres para mi...-digo, relamiendome los labios de manera perversa y seductora ante sus ojos, para después volverme a echar encima suya- Tan dulce...-digo, besando su cuello- Tan duro...-continuo, metiendo mi mano por debajo de su ropa interior, estrujando su erección con dureza- Y tan necesitado...-Tras eso, deslizo mi boca a sus pezones, empezando a torturarlos con succiones y mordisquitos, mirando como se retorcia el otro.

-Di mi nombre...Steve...-digo, masturbandole muy lentamente- Vamos...di el nombre del tio que te ha puesto tan cachondo...y el que te va hacer un buen pajote...-añado, usando ese léxico vulgar y sucio, sabiendo que al inocente de mi compañero le encantaria-

[Steven Grant Rogers]

Escuchaba las lecciones que Bucky me daba, pero cada vez era más y más difícil concentrarse en sus palabras y en su significado cuando la mano no para de apretar mi miembro viril y mis testículos de aquella manera tan tortuosa. Poniéndolo duro al máximo y haciéndolo palpitar con fuerza contra las telas que trataban de retenerlo. No había visto muchas pollas en mi vida, pero las pocas que había visto servían para saber que mi tamaño era algo fuera de lo común, así que no me habría extrañado que en cualquier momento la ropa cediera ante la enorme presión. Asentí con la cabeza— Aah… está… bien… ser arrogante… —dije como anotándolo mentalmente.

Un escalofrío muy distinto a ninguno sentido antes recorrió todo mi cuerpo cuando lamió el lóbulo de mi oreja y habló con esa voz casi como gruñidos. Asentí con la cabeza, temblando de placer y excitación, retorciéndome ante sus toques, y tragando un gran torrente de saliva, de la gran cantidad que se había acumulado en mi boca, antes de contestar con palabras a las preguntas sucias de Bucky— Sí… diantres, sí… Me gusta mucho lo que haces con mi polla… por favor… no pares… —pedí con ganas entre jadeos y gemidos, completamente descontrolado. Al instante de que me lo pidiera, subí las caderas para que siguiera toqueteándome de aquella forma tan descarada. Había esperado demasiado a mi primer contacto sexual, y ahora estaba necesitado como una perra en celo del toque de mi mejor amigo. Me excitaba ver como se relamía mirándome, sus palabras, sus besos en mi cuello— AH —solté un gemido cuando fue su mano la que directamente, sin ropa de por medio, colándose a través de ella, agarró mi palpitante miembro y la estrujó.

Comencé a gemir más alto cuando empezó a trabajar sobre mis pezones de aquella manera que nunca se me habría ocurrido a mí— Bucky… —gemí a petición suya, pero cuando lo hice fue como si su nombre hubiera estado esperando a ser pronunciado por mis labios— Bucky… —volví a hacerlo, con un tono más suplicante. Sus palabras groseras no era algo que acostumbrara a gustarme, pero estaba tan cachondo que la rudeza de esas palabras no hacían más que prenderme— Bucky…

[James Buchanan Barnes]

El calor que sentia con cada una de las reacciones del pequeño joven no hacian más que aumentar la dureza y dolor en mi polla, pero me daba igual. Me daba igual como de irregular se volviese mi respiración, me daba igual como mi visión estaba volviéndose un túnel con Steve como única fuente de luz, me daba igual que ya solo pudiese escuchar los gemidos y voz de mi mejor amigo...solo quería mas.

Me eleve de su cuerpo, dejando pequeñas gotas caer sobre sus pezones al separar mis labios de sus rosados pezones. Me alcé entre sus piernas, abriendo las suyas con las mias, dejandolas sobre las mias y dejandole ver como mi polla no paraba de latir bajo el algodón.- Si hubiese sabido que eras tan caliente...que te pondrías como una perra en celo al tocarte...-Me relamo levemente los labios diciendo eso, sacando solo la punta de mi boca de la comisura de los mismos y mirándole directamente a los ojos, esgrimiendo una sonrisa arrogante, traviesa y sucia.- Te habría hecho experimentar todo esto mucho antes...-gruño, deslizando mi mano por su enhiesto rabo con calculada lentitud. Acariciaba la forma de su glande cada vez que estiraba su piel, jugueteando con la parte inferior del mismo, rozando las venas que se formaban al acabar el glande y estrujando la base nada más llegar a la misma- Y sabes que te gustaria...-susurro lentamente moviendo mi cadera, levemente,  contra la entrepierna ajena, notando sus pelotas chocar contra su rabo- Habria hecho que cada vez que volviese a casa te desnudases para mi... -Mi mano empezó a subir el nivel, observando como el otro se sonrojaba y sudaba, envolviéndose en una capa de brillo y aromas que me continuaban llevando al limite. Trague saliva, intentando contenerme, incapaz de evitar soltar un jadeo hambriento mientras lo devoraba con la mirada- Y rogases por mi toque...caliente, necesitado...y te lo habria dado... -Continuo, con mi boca casi encharcada, mientras mi mano mantiene el caliente rabo completamente atento a mis atenciones. Rojo, necesitado, jadeando como si tuviese un ataque, completamentte a mi merced y necesitando que mis manos no parasen de tocarlo....asi era como queria tener a Steve siempre...y si jugaba bien mis cartas lo tendria- Asi que...hazlo por mi, Stevie... -Mis mano soltaron su polla, deslizandose entre sus muslos de manera sinuosa y torturadora- Di mi nombre...y pide que continue...Aprende quien es el único que te puede dar lo que quieres

Dios...no sabía lo que me pasaba. Lo que quería que fuese lento y romántico se había vuelto un torbellino de locura, deseo y posesividad. Y me estaba gustando. Me gustaba que el otro jadease como si se acabase el mundo, me gustaba el rosa de su sonrojo y el rojo de su piel ante mis apretones y mordiscos....Me gustaba los temblores deliciosos que producía mi mejor amigo ahora mismo y adoraba como decía mi nombre.

Mi cadera volvió a moverse de nuevo contra la suya, restregando el húmedo hueco que era mi paquete contra sus pelotas, manteniendo la estimulación en esa zona sin darle placer, mientras mis dedos y palmas acariciaban el delicado cuerpo de mi amigo.- Vamos, Steve...

[Steven Grant Rogers]

No podía dejar de gemir y jadear, más que excitado, y más que descontrolado por los toques que Bucky realizaba en mi cuerpo, en zonas que no habían sido exploradas más allá de una clásica masturbación que luego negaría a todo el mundo. Ni idea tenía de lo que podía ser tener aquel tipo de acercamientos con otra persona, ya fuera hombre o mujer, algo más que la mano propia sobre el miembro propio, era realmente placentero.

Mi miembro duro palpitaba con cada latido que ejercía la de Bucky contra el algodón. Mi boca era completamente agua y yo tragaba torrentes y torrentes de saliva cada poco segundos para no babear demasiado y acabar dándole la razón a las sucias palabras de mi mejor amigo, que me acusaba de comportarme como una perra en celo durante sus toques. Al parecer, a pesar de lo feo que sonaba esa expresión, era algo bueno, puesto que aseguraba que de haber sabido como era yo cuando me tocaban sexualmente, lo habría hecho antes. Nuevamente, en mi interior no era capaz de negar que me excitaba la forma poco correcta de Bucky mientras me hacía todo eso a lo que no podía dejar de gemir y jadear, retorciéndome de placer ante el toque de Bucky. Sobre todo cuando su mano empezó a subir de velocidad el ritmo de la masturbación, haciendo que cada vez sintiera que no iba a poder aguantar mucho ante tanto manoseo morboso.

No era difícil dejarse llevar y hacer lo que pedía Bucky, que gimiera pidiendo por más y gimiendo el nombre de aquel que me estaba haciendo sentir todas aquellas cosas por primera vez en la vida. Al abrir la boca por primera vez para decir algo coherente, aquello que me había pedido un poco de saliva se escapó de mi boca manchándome el mentón y parte del torso. Tragué saliva para evitar otra vez el mismo desastre, y entonces hable— Bucky… joder… Bucky… no pares… sigue… por favor… —gemí siguiendo sus peticiones, retorciéndome y temblando de placer, sudando, respirando con dificultad entre gemidos y jadeos. Tampoco podía dejar de mirar a los ojos a Bucky cuando mis ojos no estaban ocupados viendo como estimulaba mis genitales, ya fuera con la mano o de alguna otra manera, para no perder detalle si alguna vez me tocaba a mí darle placer a él o a cualquier otra persona.

[James Buchanan Barnes]

Podía ver la escena que se interpretaba ante mis ojos mil veces. Steve temblando, pidiendo que continuase haciéndole sentir bien, mientras mis manos juegan con su cuerpo como si fuera arcilla, manejable y convertible con mi simple rocé. Esa expresión, sin embargo, era lo  mejor. Perdida en el éxtasis, necesitada...LLevo mi lengua a su rostro, siguiendo con la punta el recorrido de esas gotas de saliva. Asciendo jugueton por la piel, saboreando el salado néctar, limpiando su piel con mi caliente lengua hasta llegar a sus labios, los cuales delineo con la punta. Noto las pulsaciones de los labios del otro, deseoso de otro beso- Eres adorable, Steve... -susurro, jadeando, mirandole a los ojos con un brillo travieso en el mirar. Causante de esa malicia, es el repentino movimiento de mano, liberando su miembro al aire al fin- Un par de besos y un buen magreo...y estas asi de duro...-susurro, acariciando la punta de su glande y dispersando la humedad del mismo, mientras mis caderas continuaban restregándose contra su ahora desnudos cojones.

- ¿Qué haras cuando te pongas a la altura de mi miembro o cuando pasemos a mayores? Umm... -ronroneo, contra su oreja, cubriendo por completo el cuerpo del menor con el mio, como una manta que lo mantenía caliente y ajeno del mundo- ¿Gritaras extasiado? ¿Me pediras que no me marche?-Mis labios bajan por el cuello ajeno, mordiendo su carne, marcandolo lentamente, mientras mi mano aumenta la velocidad de su pajote. Cada espasmo que le provoco y caada grito de excitación me pone más y más, pero había que parar...había más reacciones que ver.

Finalmente, suelto el miembro del chico, mirandolo a los ojos, dandole un suave beso en sus labios entre abiertos  y sonriendo, confiado y honesto- Pero, por ahora, enseñame que sabes hacer...[/color]

Nada más convocar esas palabras, giro nuestros cuerpos con suma facilidad, aun notando la fragilidad y falta de peso en el cuerpo de mi amigo. Mis dedos acarician su suave y delicada espalda, deslizandose entre sus costillas y su columna, para después acabar sobre las pequeñas, pero turgentes, nalgas del rubio. Me relamo, mirando su cuerpo completamente desnudo para mi, haciendo que su cadera se restriege contra mi duro abdomen- Vamos, Steve...-gruño, ronco y deseoso a su oreja, mordiendo el lóbulo- ¿O es que quieres que solo juegue yo?

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